Protagonistas Converso: Raúl

Raúl Del Toro en Converso, Película Documental

La película según mi cuñado

Nada pude haber imaginado más contrario a mi modo de ser que lo que me ha ocurrido: salir en una película hablando de las más preciadas vicisitudes de mi alma. El día que mi cuñado David se presentó de imprevisto en casa para proponernos el plan, mientras él hablaba a mí se me cerraba el estómago.

No daba crédito a lo que estaba oyendo y la sorpresa ante su ocurrencia forcejeaba dentro de mi cabeza con la secuencia arrebatosa de razonamientos con que yo trataba de extraer, a partir de un incendio interior de absoluto e instintivo rechazo, una respuesta razonable, esto es, conforme a la razón.

No pude evitar decirle que sí, conteniendo el vértigo por el abismo inasumible cuya apertura, semireflexivamente, estaba consintiendo ante mi gran timidez. Le dije que sí porque entendí que podía ser algo bueno. No sabía exactamente para qué ni para quién, pero algo bueno. Porque algo bueno, sin duda extraordinariamente bueno, era lo que de modo inesperado e irresistible se había abierto paso en nuestra familia en los años anteriores.

Siguieron muchas horas de conversaciones grabadas, de contenido imprevisible. Tan imprevisible como el modo en que la película sería vista y comprendida. Del mismo modo que nuestras intervenciones no estuvieron preparadas de ningún modo, solo las conocimos mutuamente en el visionado, así ha ocurrido en la comunicación establecida con el espectador.

Sabíamos que la cuestión religiosa, y más concretamente el catolicismo, es objeto hoy en día de aproximaciones excitadas en lo ideológico y lo visceral, sin que muchas veces se distinga bien entre lo uno y lo otro. Pero debajo queda un plano más profundo, el de la realidad de las cosas, al que solo se accede desde la sinceridad y la búsqueda honrada de la verdad. Este terreno, verdaderamente sagrado, en el que habita el yo auténtico de cada cual, es al que se ha acercado David, no sé si con los pies descalzos o no (él sabrá). Gracias a su arrojo o a su curiosidad (él sabrá), no pocas personas han podido observar, cada uno en su situación, esa misteriosa zarza ardiente que no acaba de consumirse, por mucha agua y mantas que le van echando encima.

Éste es, a mi juicio, el gran logro de la película de David: abrir paso a la comunicación en el plano de lo verdadero, siguiendo la vía serena del respeto y el cariño. No solo en nuestra familia: también con esas miradas desconocidas en la penumbra del patio de butacas.