Protagonistas Converso: María

María Arratibel en Converso, Película Documental

La película según mi hermana mayor

Pues sí, soy eso que llaman “conversa”. No sabría describir en qué se convierte una cuando descubre algo tan inmenso como la existencia de Dios. Intentar resumir este proceso en una sola frase podría servir a modo de subtítulo para una peli de conversos: “de atea furibunda a coleccionista de estampas y rosarios”. Pero resulta que “Converso” no es –o no es solo- una película de conversos.

Cuando David estrenó “Oírse” en la Filmoteca de Navarra acudimos -¡por supuesto!- toda la familia a la proyección. Me gustó la película pero también me dejó un regusto triste porque ahora me cuesta entender la trascendencia, la búsqueda de porqués, lo que puede haber detrás de los silencios, de los ruidos interiores… sin Dios. Veía tanta gente en la sala, mucha gente amiga, a David mismo y a muchos amigos suyos que conozco, tanta gente a la que todavía no parece haberle tocado la bonoloto esa de la fe, y me daba como tristeza. Cuando volvíamos a casa dije a Raúl: “Y a toda esta gente, ¿quién le habla de Dios?”

En nuestra familia había sucedido ya esa especie de ola de conversiones (o soplo brutal del Espíritu Santo, como se quiera entender) y eso era algo que de algún modo nos separaba de David. En gran parte seguro que por mi culpa: mis entusiasmos pueden resultar empalagosos, agotadores, plastas e insoportables.
El caso es que nuestra fe recién descubierta era una especie de tabú y algo que a menudo provocaba discusiones con mi queridísimo hermano-lobo. Mi hermano: esa especie de “jefe de clan” que al mismo tiempo es enorme, fuerte, pequeño y tan necesitado de cariños…

En esto estaba nuestra relación familiar cuando, unos días después del estreno de “Oírse”, aparece David en casa y dice: “Ya sé cuál va a ser mi próxima película. Se llamará ‘Converso: conversaciones con mi cuñado’”. Y que si quería hablar de órganos, del Espíritu Santo… y de vez en cuando, entre risas (¡he olvidado decir que David es muy gracioso, muy ocurrente, muy divertido!), añadía: “Igual hasta me convierto”. Yo no podía creer lo que oía… ¡Pero si eso le enfadaba!
Así nos metimos en un proceso que ha durado años –que viene durando, nunca se sabe qué más habrá que hacer a propósito de la peli, aquí estoy escribiendo…- y que ninguno de nosotros sabía en qué iba a resultar ni cómo iba a transcurrir.

David tiene grabadas horas de conversación con cada uno de nosotros. Grabó el momento en que por primera vez nos poníamos a desatar nudos.
Lo que no imaginábamos es lo que iba a suponer este proceso para nuestra familia. Hoy sí podemos hablar de fe. Hoy podemos decir que no hay tabús y que, si algún abrazo o cariño se nos quedó guardado detrás del nudo, se ha liberado y multiplicado gracias a la película. Por eso mereció la pena hacerla, no importaba si luego se llegaría a estrenar o no.
Por todo esto, “Converso” no es solo una peli de conversiones. Es también la historia real de una familia que se quiere tanto como antes, pero diría que mejor. Así que me tenéis dando gracias a Dios por la película.

Además, resulta que se proyecta. Que se ve. Que tal vez gente con vacíos, búsquedas y necesidad de un algo todavía indefinido se encuentra con nuestro encuentro. ¡Quién sabe! Igual les tocan unos millones de la bonoloto esa…